El síndrome de Ménière es una enfermedad que afecta al oído interno, causada por el aumento de endolinfa en el laberinto o por una inflamación del mismo, caracterizada principalmente por episodios de vértigo, que suele manifestarse muy acompañada de acúfenos o tinitus (zumbidos en los oídos) e hipoacusia, siendo el acúfeno o tinnitus y la hipoacusia previos al vértigo. Las crisis vertiginosas aparecen casi siempre en episodios repentinos que pueden durar horas o días y se repiten periódicamente. La pérdida de audición es fluctuante y evoluciona con el paso de los años a una hipoacusia o sordera irreversible.
La causa es desconocida, pero parece estar involucrado el sistema endolinfático del oído interno, que es responsable del sentido del equilibrio. Se produce una dilatación del canal endolinfático coclear por un aumento del volumen de la endolinfa. La causa de este aumento de la presión endolinfática está relacionada con un bloqueo del acueducto del caracol (conducto perilinfático), que drena el exceso de endolinfa del laberinto membranoso
Para el tratamiento se emplean medicamentos que reducen la presión endolinfática del oído interno como los diuréticos, también se recomienda la disminución en la ingesta de sal. Si existe infección respiratoria, alergia o sinusitis, se emplean diferentes tratamientos como antibióticos o antihistaminicos como la betahistina. Para el vértigo se emplean medicamentos antivertiginosos. En casos resistentes, puede se útil la aplicación intratimpánica de gentamicina. El tratamiento debe ser recomendado necesariamente por el médico y debe evitarse siempre la automedicación.
En casos graves, se ha utilizado la cirugía de los canales semicirculares, el nervio vestibular o la laberintectomía. Estos métodos de tratamiento mediante cirugía pueden afectar la sensación normal de equilibrio del paciente, provocando una peor calidad de vida. Puede ser útil la realización de rehabilitación vestibular.
A menudo, los síntomas desaparecen espontáneamente al cabo de unos años sin que vuelvan a repetirse, independientemente de si hubo tratamiento o no, persistiendo de por vida una hipoacusia en el oído afectado. Después de cada episodio de vértigo, se va perdiendo un poco más la capacidad auditiva o de escucha.